¿Quién dijo que la SUPERACIÓN PERSONAL tiene fecha de caducidad?

¿Quién dijo que la SUPERACIÓN PERSONAL tiene fecha de caducidad? La SUPERACIÓN PERSONAL también se escribe con arrugas y carcajadas

La superación personal no empieza con una libreta de objetivos ni con el sonido místico de una meditación guiada. Empieza, muchas veces, con una carcajada desafiante, un “¿y por qué no?” bien lanzado, y una taza de café fuerte. Empieza cuando decides que la vida, con sus cicatrices, sus facturas y sus achaques, no te ha vencido, sino que simplemente ha afinado tu guion.

Sí, la superación personal también es eso: un acto de escenografía vital, de dirección artística de uno mismo, donde el aplauso no siempre es colectivo, pero el protagonista siempre eres tú.

«Lo normal es una ilusión. Lo que es normal para la araña es un caos para la mosca.»

No sé si fue la edad, una ruptura inesperada o simplemente un bostezo existencial, pero hubo un día en que entendí que ser olvidado es fácil, pero ser inolvidable es un arte. Y el arte, como bien saben los que alguna vez se dejaron llevar por él, siempre incluye algo de dolor, algo de delirio y un par de zapatos incómodos.

A muchos les aterra cumplir años. No por las arrugas o las canas —esas son medallas—, sino por la invisibilidad. Una especie de hechizo social que te convierte en sombra justo cuando más historias tienes para contar. Pero no todos aceptamos desaparecer sin hacer ruido. Algunos decidimos hacer de cada entrada un espectáculo, de cada silencio un arma, y de cada conversación una escena que no se pueda rebobinar.

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«La curiosidad es la droga social más potente y barata.»

Hay quien entra a una habitación como quien busca asiento en un funeral. Yo prefiero entrar como si fuera a probar suerte en un duelo de pistoleros excéntricos del Lejano Oeste. ¿La clave? Confundir. Descolocar. Provocar. Si te presentas diciendo que una vez te echaron de una escuela de mimo, no solo rompes el hielo, lo fundes, lo reciclas y lo sirves en un cóctel con aceituna.

La superación personal, después de los 60, es menos sobre escalar montañas y más sobre saberte el camino de regreso… y escoger otro. Es el momento en que te das cuenta de que puedes ser sabio y ridículo, profundo y absurdo, elegante y salvaje. Y lo mejor: ya no necesitas pedir permiso.

«No se trata de ser conocido, sino de ser sospechoso de algo fabuloso.»

¿Te has fijado alguna vez en esa persona que, en medio de una cena aburrida, saca del bolsillo una pequeña caja de madera y dice que guarda allí arrepentimientos? ¿O en quien lleva una pluma enorme en el sombrero y te asegura que pertenece a un ave que solo vuela en los sueños de los valientes? Esa persona entiende el juego.

La superación personal no es solo transformación. Es transgresión emocional.
Romper las reglas con dulzura. Bailar en bodas ajenas. Preguntar lo que nadie se atreve. Citar a Morticia Addams y a Heráclito en la misma conversación. Sonreír como si supieras algo que los demás olvidaron.

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En vez de obsesionarse con la apariencia o el “éxito” según los manuales motivacionales, algunos descubren el placer de ser deliciosamente difíciles de clasificar. Porque cuando no cabes en una categoría, nadie te archiva. Y eso, querido lector, es libertad.

«La gente no quiere ser impresionada, quiere ser contagiada.»

Me contaron una vez la historia de Marian Elliott. Tenía 60 años, una soledad recién estrenada y un miedo que podía servir de abrigo. Pero algo dentro de ella —quizá la necesidad de no morirse sin haber reído con ganas— la empujó hacia delante. Aprendió un nuevo idioma. Adoptó un perro. Se compró una casa. Escribió. Y, sobre todo, se escribió a sí misma desde otro género: no como drama, sino como aventura.

Ese es el núcleo de todo esto. No se trata de hacer alarde de resiliencia o de convertir las penas en trofeos. Se trata de elegir el género de tu historia después del nudo. ¿Va a ser comedia romántica? ¿Tragicomedia musical? ¿Película de culto que nadie entiende del todo pero todos recuerdan?

Mantente actualizado, pero con excentricidad

Y, por favor, que no se te ocurra presumir de no conocer a Taylor Swift. Hazlo mejor: habla de la poesía generada por inteligencia artificial en lenguas muertas, o del beatboxer finlandés que mezcla sus ritmos con sonidos de ballena. La superación personal no es estar al día, es estar despierto. Es saber cosas inútiles con tanto entusiasmo que te vuelves imprescindible.

Y cuando parezca que ya has mostrado todas tus cartas, desaparece. Así, sin más. Como si el telón cayera a mitad del aplauso. La desaparición en el clímax no es cobardía: es estrategia narrativa. Te vuelves mito, no rutina.

El misterio y la cita inesperada: dinamita social

No subestimes el poder de una frase inesperada en el momento justo. Una cita afilada puede abrir más puertas que un currículum entero. ¿Quieres que te recuerden? Di: “Lo que es normal para la araña es un caos para la mosca” mientras cortas la carne en una cena de etiqueta. Luego guarda silencio. Deja que el misterio haga el resto.

El misterio no es esconderse. Es brillar en sombras. Es sugerir, no declarar. Es ese arte olvidado de dejar cabos sueltos para que los demás quieran atarlos contigo.

“El misterio funciona como el perfume: no se ve, pero se siente.”

Reinventarse después del dolor: el backstage de la superación

Claro que duele. Reinventarse siempre es un proceso que cruje. Pero como decía mi abuela, “más duelen los años sin ganas que las rodillas”. El verdadero secreto de la superación personal es atreverse a desear otra vez, incluso cuando uno ya sabe lo que puede perder.

Perder el miedo a no ser “digno” de una nueva vida, de un nuevo amor, de un nuevo ridículo. Atreverse a hacer el ridículo después de los 60 es casi revolucionario. Pero ya dijimos que no íbamos a usar esa palabra, así que digamos mejor que es natural. Tan natural como reírte de ti mismo cuando tus caderas suenan como castañuelas al cruzar la sala.

¿Y ahora qué?

Ya sabes que no se trata de volverse “cool”, sino de volverse inolvidable. Que la superación personal no es un destino, sino un camino lleno de citas absurdas, desapariciones elegantes, objetos misteriosos y silencios que hablan.

Entonces dime:
¿Vas a esperar a que alguien te devuelva el protagonismo, o vas a irrumpir en la escena con un sombrero ridículo y una historia que nadie pidió pero todos recordarán?


“La libertad duele, pero también es hermosa.”

“La segunda mitad de la vida no es una secuela. Es otro género.”


Enlaces:

  • Más ideas extravagantes para ser inolvidable aquí.

  • La inspiradora historia de Marian y cómo reconstruyó su mundo aquí.

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