CORTEX de Galvion: el casco que convierte la cabeza en un centro de mando

CORTEX de Galvion cambia las reglas del combate inteligente ¿Es este el casco que convierte la cabeza en un centro de mando?

Es primavera de 2025 y, entre el bullicio eléctrico de una feria militar, el CORTEX de Galvion brilla como un artefacto de otro tiempo que se adelanta a su época. Lo llaman sistema “headborne” inteligente, pero lo que en realidad hace es subir el cerebro táctico del soldado a la frente, literalmente. Un pequeño módulo que piensa, habla y ve por ti… mientras tú sigues mirando al enemigo, no a una pantalla.

Imagino a un operador de fuerzas especiales ajustándose el casco antes de saltar de un vehículo. No hay tablet en la mano ni mapa arrugado en el bolsillo: la información —rutas, objetivos, amenazas— flota en su campo visual como si fuera un susurro digital. Esa es la promesa de CORTEX: que la conciencia situacional deje de depender de la memoria y los dedos para convertirse en un acto reflejo. “Lo que antes se escondía en el chaleco ahora respira en tu cabeza”, me dice un ingeniero de Galvion con media sonrisa.

el casco que piensa por sí mismo sin robarte el control

CORTEX no es un accesorio más. Es un ecosistema: un módulo de cómputo con su propia batería, ejecutando un Android hecho a medida para la misión. No necesita mirar constantemente al EUD porque sabe trabajar solo. Si el equipo de comunicaciones o el sensor térmico hablan en USB, ISW, Bluetooth o Wi-Fi, CORTEX escucha. Y lo integra todo en su red interna, como un mayordomo digital que nunca olvida nada.

El detalle casi poético está en el conector VAS, tan discreto que parece un adorno, pero capaz de detectar automáticamente visores, NVGs o HUDs y añadir realidad aumentada sobre la escena real. “Si el objetivo está detrás de aquel muro, lo verás en el mismo lugar donde está el muro”, explican. Sin recalcular mentalmente, sin perder medio segundo precioso.

Y no, no es un invento para amantes de pantallas táctiles: en la sien hay cuatro botones físicos, sólidos, que se sienten como los de una radio militar clásica. Con ellos navegas funciones críticas sin tocar cristal alguno. Retro en el gesto, futurista en el resultado.

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del bolsillo al ojo con AlertCentr y ATAK

Aquí está la verdadera jugada maestra: AlertCentr, la aplicación propia de Galvion, se lleva de maravilla con el veterano ATAK. En la práctica, esto significa que el soldado ve en su visor los waypoints, las posiciones de aliados y enemigos, incluso la transmisión de un dron, y todo se controla con un toque en el casco. No hay que buscar el teléfono ni luchar contra una interfaz pequeña con guantes gruesos.

Además, cada operador puede decidir qué capa de datos quiere ver según la fase de la misión. Un perfil para avanzar, otro para asaltar, otro para vigilar. Esto no es solo comodidad: es supervivencia, porque la saturación de información mata tanto como una bala mal dirigida.

En cierto modo, AlertCentr es la prueba de que el mando y control —el famoso C2— ya no vive en una mochila ni en un centro de mando lejano. Vive en tu cabeza y responde a tus dedos.

un ecosistema abierto como arma secreta

A diferencia de otros sistemas que solo funcionan con su propia marca, CORTEX presume de tener puertos y “bridgeware” que aceptan casi cualquier cosa: sensores de pulso, estrobos, detectores láser, visores térmicos… Si el aparato habla un idioma estándar, CORTEX lo entiende. Y si no, su interfaz abierta permite que un tercero lo enseñe rápido.

Este detalle es clave para fuerzas con equipos mixtos, donde cada unidad puede llevar un casco diferente. Galvion lo ha pensado como un “one size fits all” para que la transición no cueste ni en dinero ni en entrenamiento.

Y, aunque no lo publiciten a gritos, el hecho de que lo hayan probado durante años con unidades de élite y clientes globales anónimos indica que no es un prototipo para feria: es un sistema que ya ha olido el polvo real.

energía y datos en un solo latido

Galvion no empieza de cero. Su serie Nerv Centr ya demostró que entendían de gestión de energía: monitorizar consumo, prever necesidades y alargar la autonomía en misiones largas. CORTEX es la evolución lógica: ahora no solo alimenta dispositivos, sino que los coordina y proyecta la información directamente ante tus ojos. Es como si la batería, el procesador y el visor se hubieran jurado fidelidad eterna.

¿y la seguridad?

En un campo de batalla digital, la cabeza también es un nodo de red. CORTEX lleva Wi-Fi y Bluetooth, lo que obliga a pensar en aislamiento de subsistemas y en arquitecturas a prueba de intrusiones silenciosas. No hay detalles públicos sobre su blindaje cibernético, pero si algo enseñan los ataques a UAVs es que el diseño seguro desde el hardware es la única garantía. Me pregunto cuándo veremos un CORTEX con particionado tipo seL4 o protocolos MAVLink blindados como estándar.

un guiño vintage hacia el futuro

No puedo evitar ver a CORTEX como el walkman táctico del siglo XXI: aquel reproductor que liberó la música de la sala de estar, pero en versión militar. La diferencia es que aquí no son canciones lo que llega a tus oídos y ojos, sino datos de vida o muerte. Y los botones físicos, resistentes, me recuerdan a cuando la ergonomía era cuestión de instinto y no de moda.

Lo próximo podría ser que los perfiles de misión se compartan como listas de reproducción entre operadores, que el hardening esté de fábrica y que aparezcan kits “plug and fight” para conectar cualquier gadget nuevo al casco en segundos. Un pie en la nostalgia de lo tangible, otro en el vértigo del mañana.


“Si tu cabeza ya piensa, que también decida”
“Los segundos ganados en combate no se recuperan, se evitan”

El poder del casco está en lo que no ves, sino en lo que sabes

CORTEX une energía, datos y visión en un solo gesto


Ahora me queda la pregunta inevitable: ¿en qué momento dejaremos de hablar de “equipamiento” para hablar de “extensiones del soldado”? Porque si la cabeza lleva su propio procesador, su HUD y su red de sensores… quizá el casco ya no sea solo protección, sino la verdadera mente exterior del combatiente. Y eso, amigos, cambia todo.

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