El estallido de la identidad en los Disturbios sociales en Francia

El estallido de la identidad: Un vistazo a la crisis social en la Francia contemporánea. Disturbios sociales en Francia

Buenos días, señoras y señores, soy Johnny Zuri y hoy quiero dar mi opinión sobre unos sucesos recientes que me han dejado perplejo. El pasado viernes, a altas horas de la noche, me vi inmerso en un escenario que parecía más bien una batalla campal, una lucha fraticida entre supuestos (al menos legalmente) compatriotas. Un espectáculo de ira desbordada y descontento social que ha puesto en jaque a Emmanuel Macron y le ha obligado a hacer frente a una realidad que estremece el país.

Desde la comodidad de un hotel, ubicado en la parte sur de París, contemplé cómo la ciudad de las luces se convertía en un campo de batalla urbano. Fuegos artificiales que en lugar de celebrar se utilizaban como proyectiles contra la policía y la respuesta con “bolas de destello”, una especie de bombas de luz y ruido, todo era un caos.

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Las noticias que llegaban eran de disturbios y violencia, pero no se trataba de la violencia común y corriente, esta era una violencia que parecía más bien un estallido social. Y lo más sorprendente, los disturbios no se limitaban a los confines de la ciudad, se extendían hasta las regiones más pacíficas y tranquilas del país. Hasta en Montargis, un pequeño y apacible pueblo en Loiret, se sentía el temblor de la inquietud social.

El paisaje del día siguiente parecía sacado de una película post-apocalíptica. Carros, motos, contenedores de basura, todo quemado, además de tiendas saqueadas. Fue una visión que confirmaba que la violencia se había apoderado de Francia.

No soy el único que habla de guerra. Los sindicatos de policías usan esa misma terminología para describir la situación. Sin embargo, los políticos de izquierda se niegan a aceptar esta realidad, prefieren vivir en un mundo de fantasía y negarse a ver lo que está sucediendo.

El caso de Nahel Merzouk, un joven que murió a manos de un policía ha sido como prender una mecha en un barril de pólvora que ya estaba listo para estallar. Las tensiones en las afueras de la ciudad, los llamados banlieues, se han vuelto insoportables y parecen arrastrar al país al borde de un conflicto interno. Pero hace días vimos cómo alguien acuchillaba a niños y nadie se tomó la justicia por su mano y no se produjeron estallidos de violencia. A lo mejor no sería tan descabellado pensar que la educación violenta está más en el lado de los que proceden de determinados lugares, aunque sean ya de segunda o tercera generación.

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¿Y saben quiénes llevan tiempo advirtiendo de esto? Figuras como Éric Zemmour y Marine Le Pen, quienes, a pesar de las burlas y las críticas, no han dejado de alertar sobre esta situación.

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Sin embargo, no son solo los políticos y escritores de derechas los que hablan de guerra. También lo hacen los ciudadanos comunes, como Bashir Mokrani, un hombre que ha vivido toda su vida en estos suburbios y que siente que está en guerra, en una lucha continua contra el sistema que dice que le margina y le discrimina. Pero lo tiene fácil, volver al lugar de dónde vino, a ver si allí lo tratan mejor…

Dicen que el ideario de la república francesa, ese hermoso lema de “libertad, igualdad y fraternidad”, parece haber olvidado a las poblaciones marginadas de los banlieues. Y es que no se trata de inmigrantes. Se trata de ciudadanos franceses de segunda y tercera generación que han nacido en Francia, que han ido a la escuela francesa, que hablan francés perfectamente y que, sin embargo, sienten un profundo desprecio por Francia y por los franceses. Se trata de ciudadanos franceses que enarbolan la bandera de Argelia o Marruecos y queman la bandera francesa. Que se alegran de la muerte de policias, que están dispuestos a matar y morir por una causa que no es la de Francia. Que hablan de guerra civil, que llaman a la yihad. Se trata de franceses que no se sienten franceses, por lo tanto, no deberían estar en Francia ni como turistas. Pero siguen ahí porque tienen una seguridad social que no tendrían en Marruecos o Argelia, y unas ayudas, que fundamentalmente pagan aquellos y aquellas que, según ellos y ellas, les discriminan. No hablo de integración de inmigrantes, hablo de un conflicto civil en toda regla. Parece que el problema es realmente uno de identidad y lealtad entre las segundas y terceras generaciones de descendientes de inmigrantes en Francia.

Podemos apuntar a varias razones para explicar por qué algunos jóvenes de descendencia árabe no se sienten franceses. Una de ellas puede ser la falta de identificación con la cultura y los valores franceses. A pesar de haber crecido en Francia, pueden sentir una desconexión con la sociedad francesa debido a las diferencias culturales y religiosas.

Otra razón podría ser la influencia de las narrativas extremistas, que pintan un cuadro de una lucha entre el islam y el occidente. Estas narrativas pueden seducir a muchos jóvenes, especialmente a aquellos que mantienen sentirse marginados o desfavorecidos, llevándolos a rechazar su identidad francesa y a abrazar una identidad basada en la religión o la etnia.

También, el sentimiento de rechazo y discriminación que a veces pueden experimentar estos jóvenes en Francia ya sea por su apariencia, su nombre, su religión o su origen étnico, puede fomentar su descontento y resentimiento, llevándolos a desvincularse de la identidad francesa. Pero lo cierto es que, a menudo, su apariencia, su nombre y su religión son anticipos de violencia, y es eso precisamente lo que rechazan todos aquellos y aquellas que son demagógicamente tachados de ultraderechistas, fachas, racistas, etc…

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Estos factores pueden crear una sensación de alienación y desconexión, lo que puede explicar por qué algunos jóvenes de descendencia árabe, a pesar de ser franceses de nacimiento, no se sienten franceses. Esto es un grave problema que desafía los fundamentos de la cohesión social y la identidad nacional en Francia.

Para enfrentar esta crisis, Francia debe encontrar formas de reafirmar y fortalecer su identidad nacional, de modo que incluya a todos sus ciudadanos pacíficos y responsables, independientemente de su origen étnico o religioso, pero no flojear con los violentos y violentas. Esto podría implicar una reevaluación de sus políticas educativas, con un mayor énfasis en la enseñanza de los valores incluidos los de la justicia, la educación, los valores familiares, la lealtad, el compromiso, la responsabilidad, la no violencia, la gratitud, la cooperación, la solidaridad, el bien común…

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